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Moisés es un hombre de la vieja escuela. Trabaja en la empresa desde hace treinta años, y el mismo jefe fundador fue quien lo contrató. El viejo jefe es un tipo honesto, dice lo que piensa y le da igual quien seas y de donde vengas mientras trabajes duro. No tiene ningún hijo varón al que pasar el relevo del negocio, pero su hija ya está de vuelta de algún país asiático y es ella quien lleva ahora la voz cantante.


Moisés echa un vistazo a la pila de papeles de su escritorio. Son los currículos de la última tanda de aspirantes a trabajar en la compañía, pero ella ha insistido en que sean <<anónimos>>: sin nombres, sin edades o sexos (aunque ella dijo <<géneros>>).


Cuando ella le paso los currículos, él le preguntó cómo se suponía que iba a poder él determinar quién podría ser bueno y quien encajaría en la oficina. <<Ahí tienes toda la información que necesitas – fue su respuesta -. Simplemente revisa las titulaciones y la experiencia y elige a los mejores para las vacantes que tenemos>>. Él insistió: <<Pero… ¿y si elijo para una chica para la bahía de carga? ¿Y para las empaquetadoras? ¿Qué pasa si elijo a un chico?>>. Ella no pareció entender.


Después de eso, ya ni siquiera se había atrevido a sacar el tema de la edad, la religión o la raza. Esta era una empresa a la vieja usanza, con formas de hacer las cosas a la vieja usanza.


¿Quién iba a decir los chicos si el nuevo cargador que contrataba resultaba ser una chica o un musulmán?. O las chicas, ¿y si se encontraba como empaquetador a un chaval de secundaria?


ACTIVIDAD


LA CORRECCIÓN POLÍTICA YA NO TIENE QUE VER SÓLO CON PALABRAS QUE DENIGRAN, VULNERAN Y DIVIDEN. TAMBIÉN TIENE QUE VER CON LAS SUPOSICIONES QUE HACEMOS BASÁNDONOS EN EL GENERA, LA RAZA, LA EDAD O LA RELIGIÓN. ¿CUÁNTO NECESITA SABER UN EMPLEADOR SOBRE UN POSIBLE EMPLEADO?


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