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A Sandra no le pagan mucho en su trabajo; no puede permitirse demasiados lujos. Pero todos los días, al volver del trabajo, se regala una taza grande de café latte de la cafetería gourmet de su barrio. Es un poco caro, pero para Sandra bien vale cada céntimo que cuesta.


Una tarde de camino a casa, empieza a hablar con un captador de una ONG, que le cuenta que por el precio de un latte podría pagar el tratamiento que salvaría a alguien de la ceguera en el tercer mundo. Cuando Sandra pone sobre la balanza la pérdida de su propio placer efímero frente a la pérdida de la visión de otra persona, se siente obligada a renunciar al café de esa tarde y le da por haber renunciado a su capricho diario, pero, al mismo tiempo, se siente bien por haber hecho <<lo correcto>>.


A la tarde siguiente el captador no está. Pero Sandra no puede evitar pensar que, si hubiera estado, ella habría vuelto a renunciar a su café para salvar la vista de otra persona. Cuando pasa por la cafetería, se detiene y mira pensativa por la ventana, preguntándose si volverá alguna vez a disfrutar de su latte como hacía antes.


ACTIVIDAD


A TODOS NOS GUSTA DARNOS CAPRICHITOS DE VEZ EN CUANDO, PERO ¿NO HAY SIEMPRE ALGO MÁS VALIOSO A LO QUE PODRÍAMOS DEDICAR EL DINERO?



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