Guillermo está en un avión con su esposa y sus dos hijos pequeños, Candela, de ocho y Darío de diez. Al otro lado del pasillo, una pareja joven está bebiendo y hablando muy alto. Guillermo mira a su esposa, Carmen, y pone los ojos en blanco como diciendo: ¡Cómo está la juventud!. Pero ella, obviamente, quiere que él les diga algo. Por suerte para Guillermo, el pasajero que va detrás de la pareja se levanta y les pide que bajen la voz, y ellos lo hacen.
Más tarde, sin embargo, la parejita empieza a ponerse cariñosa bajo una manta del avión. Nadie que los viera tendría duda alguna de que su comportamiento podría considerarse inapropiado en un lugar público.
Guillermo sonríe y piensa ¡buscad un hotel! A Carmen no le hace ninguna gracia, pero el hombre que había intervenido antes no puede ver lo que están haciendo y no es probable que les llame la atención esta vez. Candela y Darío están dormidos, pero podrían despertarse y ver lo que está haciendo la pareja. Guillermo no se siente ofendido, pero Carmen indudablemente lo está, y, claro, él también tiene que pensar en los niños y en el ejemplo que les está dando la pareja. ¿Debería decirles algo o llamar a la azafata?
Guillermo tiene que sopesar el derecho a la privacidad de la pareja frente a la ofensa que están causando a su esposa y el potencial perjuicio a sus hijos.
ACTIVIDAD
LOS MODALES: ¿SON SIMPLEMENTE CONVENCIONES ANTICUADAS QUE DEBERÍAMOS DESECHAR O SON EL ACEITE QUE LUBRICA LAS INTERACCIONES SOCIALES Y EVITA QUE LA SOCIEDAD DEGENERE EN EL CAOS?
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